Sunday, August 11, 2013

Conversando nos entendemos, o nos jodemos? (opiniones desde los vasos medio vacíos)

Conversar es difícil. Hablar es fácil, lo hacemos a diario, cada rato. Abrimos la boca y dejamos salir lo primero que se nos viene a la mente. Este es un primer fenómeno que me llama la atención: cómo sucede ese proceso? Desde que surge la idea, se transforme en un impulso eléctrico y llega a la lengua... Según he leído, es algo que sucede en micromilésimas de segundo. Los psicólogos muestran, siguiendo una línea conductual, que vamos formando nuestro carácter y nuestra opinión en un largo y complejo proceso que nos enseña a limitar nuestros impulsos, dejando de hablar lo primero que se nos aparece en la mente para luego ir tomándonos unos segundos para decir algo más elaborado. Y luego llegan los monjes budistas (tan chulos con sus túnicas moradas y su mirada serena) y nos enseñan con el ejemplo que debemos mantener el silencio en todo momento y sólo abrir nuestra boca si vamos a decir algo constructivo, inteligente y que ayude a los demás. Uff...

Las reflexiones que ahora voy a empezar, surgen, como usualmente lo hacen, de una "charla" con un amigo y colega que ahora está en Colombia, al parecer trabajando muy de cerca a políticos. Era el cumpleaños de Bogotá, nuestra ciudad, y él proponía que debíamos agradecer a una ciudad que nos da a los 8 millones de habitantes (aproximadamente) la oportunidad de trabajar, educarnos, vivir, desarrollarnos, entre otras. Yo lo leí, y me quedé pensando... Luego me animé (o decidí mejor) comentarle en su status de facebook (porque ahora nos comunicamos más y mejor por ahí) que eso no era del todo cierto, pues hay un porcentaje significativo de esos 8 millones de personas que no acceden a la educación y a los demás servicios que les permite disfrutar de sus derechos humanos, y por el contrario viven lejos de tenerlos. Y ahí ardió Troya...

Haciendo el cuento corto, quedé como alguien odioso que no está viviendo en Bogotá, ni en Colombia, y que por lo tanto no podía opinar, y estaba descargando mi rabia contra aquellos, que arduamente trabajan por una mejor ciudad. 

En Guatemala he podido contrastar esta realidad que viví por muchos años en mi país: cuando conversamos, o hablamos, construimos realidades momentáneas en las que nos configuramos como sujetos. Si, ya sé, gran descubrimiento!! Pero a lo que quiero apuntar es al cómo lo hacemos. He encontrado que generalmente, y en especial cuando es sobre política, religión o sexo (los tres temas vedados por padres y abuelos, y otro buen grupo de personas que piensan según esa manera), construimos una relación profundamente desigual. Hacemos un yo agrandado, arrogante y muy inteligente. Eso, llevado al plano de la defensa de derechos humanos queda más claro (y más preocupante aún), pues quienes defienden la familia, la propiedad privada, el establecimiento, se erigen como personas basadas en fé, conocimiento razón, mientras que el otro es subversivo, terroristas, comunista.

Claro, la comparación entre Colombia y Guatemala tiene un elemento explicativo común: el pasado y presente conflictivo, el pensamiento militar que es necesario para exterminar el enemigo interno y mantener la paz y armonía entre las "personas de bien". 

Pararse del otro lado, de ese lado de indígenas, mujeres feministas, defensores de defensores de derechos humanos y en especial de Lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (aún no conozco en persona a intersex) me ha hecho entender algo: que significa estar en desigualdad. Que significa no estar con "ellos", que significa no soñar con llegar a estar con "ellos". Quiénes son ellos? Pues esos que hablan de fé, de amor al otro, de compromiso social, de progreso, de armonía y reconciliación.

Lo contradictorio del tema, es que sea del lado que sea, se argumenta con un objetivo en mente: tener la razón. Pero también he ido aprendiendo que en estos procesos nadie tiene la razón, del todo. Que necesitamos seguir encontrando las mejores formas de poder vivir juntos sin querer que todos piensen de la misma forma, que puedan expresarse de la misma manera, que hablemos menos y que conversemos más. 

Esto exige un montón de cosas, que van desde mínimos educativos, de garantías plenas para la libertad de expresión y por lo tanto de un acceso amplio a la información, todos estos derechos humanos pues. Pero también exige que superemos la concepción de que un diálogo es imponer y pretender que las reglas sean las que uno sólo escribe o que se parta del asco, prevención u odio al otro. Señores Pro-Vida y sus compañeros que alientan la destrucción de la "agenda gay" y la "ideología de género", esto fue para ustedes con cariño.

Richard Rorty hablabla de la necesidad de que quienes trabajemos en derechos humanos mantengamos el humor y la risa para mantenernos firmes frente a esos enormes retos que hay frente a nosotros: sea una transnacional minera, alguna iglesia fundamentalista o un compañero o compañera que defiende esos mismos ideales. Y ese es el reto más fuerte, pues implica un constante reflexionar sobre nosotros y nosotras mismas, mantener una postura de construcción del afuera y del adentro nuestro. Ahí si que le entiendo a los monjes budistas (que además se ven aún más chulos cuando los mencionas) pues el silencio se vuelve un aliado estratégico, tanto en la conversación como en el diálogo interno. 

No es, así, una apuesta por el mutismo, pues eso si que nos jode el triple. Si nadie habla, si nadie se anima a criticar, a debatir, a proponer, seguiremos alimentando una maquina perversa que si llega silenciosa y agresivamente a través de la televisión o la internet. Es cuando logramos separarnos del computador o del televisor, o los usamos de una manera más interactiva, que nos enfrentamos al asunto real, ese que tenemos en la habitación, en el edificio, en el barrio, en la vida. 

El vaso puede estar medio lleno, y eso satisface a algunos, para otros esta medio vacío y eso los satisface, para otros, como yo, nos interesa entender dos cosas: porque ambos piensan lo que piensan, y que ha llevado a que el vaso esté como está. Y así podríamos pensar de manera más pausada durante una conversación. Complicado? Si. Pero esa complicación es la que hemos perdido y considero que es una de las explicaciones para que seamos tan violentos en América Latina. He ahí porque apuesto por conversar más, así me acusen de demagógico y poco concreto. Pero si perdemos está lucha contra el mutismo tendremos muchos que harán y desharán más holgadamente, y eso si me preocupa mucho más que mis amigos me acusen de odioso y comunista. 

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