Monday, June 23, 2014

Carta abierta a Bibian Sophia Cáceres


Querida Bibian Sophia:

Te escribo de esta manera, tras la discusión que sostuvimos por Facebook y que desembocó en una serie de comentarios agresivos de tu parte y que me dejaron pensando sobre que clase de mal entendidos han surgido entre los dos.

Debo comenzar por presentarte excusas, pública, abierta y honestamente, si algún comentario de mi parte se ha transformado en un agravio. Me deja pensando que afirmes que han llegado rumores sobre cosas que cuestiono de tu cuerpo o de tu hoja de vida, al igual que de Tatiana Piñeros. Lamento que los rumores o chismes lleguen a estas instancias y no es mi interés lastimarte ni ofenderte.

Ahora bien, en tu labor como contratista de la Subdirección de Asuntos LGBT de la Secretaría de Integración Social, en la cual desempeñas funciones públicas, es otro el asunto. Allí debes recordar que desempeñas un trabajo financiado con recursos públicos, y lo más importante: al servicio de la comunidad.

Como ciudadano, interesado en estos temas, he tenido acercamientos con algunas instituciones distritales, en donde he sido informado de las capacitaciones que has brindado y sobre los contenidos alcanzados. En este sentido si aparecen interrogantes sobre los contenidos y enfoques que estás dando a esos trabajos.

Las personas trans (uso este termino para englobar desde transformistas hasta transexuales) requieren medidas de política pública que van muchísimo más lejos que las capacitaciones y sensibilizaciones. El marco legal vigente en Colombia deja algunas puertas abiertas y la jurisprudencia de la Corte Constitucional da algunas luces más sobre cómo desarrollar el marco de derechos humanos y derechos fundamentales que hay vigente en la actualidad en el país. Y de acuerdo a lo que he conocido en las instituciones del Distrito, este no es el enfoque que has usado, junto con otras personas de la Subdirección, quizás sean estos comentarios los que llegaron a tus oídos de una manera tergiversada y mal intencionadamente ampliados.

Querida Bibian Sophia:

En estos momentos vemos como las personas trnas han comenzado a tener una voz más fuerte, más diversa, menos temerosa de la represión. Nuevos liderazgos comienzan a surgir. Liderazgos que se abren espacio de las maneras que los viejos liderazgos les han dejado.

La historia suele ser escrita por quienes vencen. Son esas personas quienes se abrogan la potestad de decir que sucedió, cómo sucedió y quién es quién. Eso he visto en varios espacios en los que trabajo con ellas y ellos. El problema ha radicado en que algunas personas, que tradicionalmente han trabajado por las personas trans no han aceptado estas nuevas dinámicas y las critican. Con alguna razón, siento que critican la falta de memoria y la negación del camino avanzado. Pero por otro lado, también quieren deslegitimar a quienes están rompiendo con esa tradición de hacer política trans de manera vertical, en donde unas pocas han crecido y niegan opciones a que otras crezcan.

La Ola Fucsia se ha propuesto como un espacio horizontal, en el que pueden llegar todos y todas quienes se quieren articular en un esfuerzo por visibilizar la necesidad, y urgencia, de discutir y aprobar una Ley de Identidad de Género.

Sé que has trabajado en un proyecto de Ley. Que lo han discutido, circulado e intentado alimentar. Pero este esfuerzo no ha sido apoyado por muchas personas trans y aliadas. Esto, unido a la distancia planteada contigo y con tus organizaciones aliadas me haría pensar, si estuviera en tus zapatos, sobre porqué sucede. ¿Será que no genero confianza entre las personas? ¿Será que genero más bien desconfianza? Estas preguntas tu las sabrás responder mejor que yo.

Querida Bibian Sophia:

Quiero terminar refiriéndome a los términos despectivos que empleaste para referirte hacia mi. Los cuales no puedo negar que me lastimaron.

Empiezo por tu descalificación por mi ausencia de ”tránsito”. Creo que no me conoces bien, y que no sabes si transito o no por los géneros. Tu sabes muy bien que muchas personas estamos en lugares límites de la sexualidad, y que cada cual se nombra. No tenemos NINGUNA autoridad para nombrar quien está o no en algún lugar.  Y de otro lugar, así no transitara, ¿esto me invalida para trabajar temáticas trans? Te invito a que reflexiones sobre eso.

Me llamas “aparecida”. (Lo cual es extraño, pues dices que no transito por los géneros). ¿Lo haces para hacerme sentir mal por mi afeminamiento? ¿Sientes que mujerear a un hombre lo denigra? No sabes muy bien cuanto tiempo llevo trabajando temáticas relacionadas a personas trans y no “aparecí”, me articulé a procesos y camino con ellos y ellas.

Procedes a decir que usaré tu Facebook como trampolín y que usa a las personas travestis. Lamento decirte que no necesito trampolines, porque no quiero saltar, prefiero caminar, avanzar paso a paso. Y por ello tu afirmación de que “uso” a las personas trans es aún más ofensiva, pues nunca he necesitado usar de nadie. Reconozco la humanidad de toda persona, en especial de las personas trans, y no me valgo de ellas para conseguir contratos con la Alcaldía, Ministerios ni proyectos del Fondo Mundial.

Finalmente cambias una letra de mi apellido para llamarme “Perra”. Esto no me queda claro. ¿Insinúas que soy promiscuo? Y en caso afirmativo, ¿Qué tiene eso de malo? ¿No peleamos por la autonomía del cuerpo, de los derechos sexuales? Y por eso mismo, ¿No hemos aprendido a evitar prácticas de riesgo?

El otro escenario es que me llames “Perra” para denigrarme. Y vuelvo a preguntar, ¿El uso del femenino es para hacerme sentir menos? ¿Las perras son malas en si mismas? ¿Los perros si son mejores?

En síntesis, querida Bibian Sophia, lo que mas me duele de esta confrontación es que una persona que ha sido formada en derechos humanos, en educación a pares, que promueve la dignidad de las personas trans, que está encargada de temas de calidad y asesoró a la Alcaldía en la implementación de la política pública, capacitando a personas, promoviendo campañas dentro de sus compañeras y compañeros trans en esta institución, emplee todos estos estereotipos y títulos denigrantes para una persona gay.

No creo que podamos llenarnos la boca hablando de PAZ, como lo hiciste tu en el video de la campaña de reelección de Santos, mientras no desarmemos el corazón, mientras sigamos perpetuando estereotipos tan ofensivos, mientras sigamos creyendo en que atacar al otro va a resolver algo.

Una lección de paz, es justamente esta carta, una invitación a dialogar, de manera tranquila, con argumentos, con experiencias de vida, con amor por el otro, incluso cuando hace daño y nos ofende, como ha sucedido entre tu y yo.

Si no logramos hablar así, ¿Qué esperaremos de las iniciativas legales, de la política pública distrital, de la política nacional?

Te extiendo mi mano, y abro las posibilidades para que hablemos. Aunque dejas claro que he sido “muy atrevida” por intentar hablar contigo, como si fueses una Reina inalcanzable, siendo que te veo como una mujer trans, comprometida a su manera con el avance de los derechos de todas y todos.

Recibe un caluroso abrazo, lleno del amor que puedo sentir por una compañera de lucha.


Jorge PARRA Oviedo.


Friday, June 13, 2014

Carta abierta a Juan Carlos Florián



Querido Juan Carlos:

Me he animado a escribirte esta carta tras algunos días en los que he escuchado muchos comentarios y críticas sobre nuestros actuares. Sobre el tuyo como Director de la Subdirección de Asuntos LGBT y sobre el mío como ciudadano y columnista.

Creo que vale la pena que incentivemos una discusión más abierta y democrática sobre nuestros papeles en la sociedad colombiana, sin necesidad de señalarnos como “enemigo número 1” o como personas incompetentes, pues reconozco que ninguno de los dos somos lo uno o lo otro.

Cuando me animé a escribir mi columna, encontré que estaba rompiendo un silencio entre activistas y personas comprometidas con la causa LGBT. Este podía deberse a que muchas de las personas que tradicionalmente tuvieron una voz crítica, habían decidido irse a trabajar contigo o con la Dirección de Diversidad Sexual o con  otras instancias del Estado. Evidentemente, uno no puede ser juez y parte y por ello silenciaron sus disidencias. En otros casos he visto que personas jóvenes no cuentan con las herramientas o los espacios para plantear sus críticas, o simplemente, como sucede en nuestro país, no sienten que sea necesario.

Mi conciencia como defensor de derechos humanos, unida a mi desinterés en vincularme con instituciones públicas, me mantiene en una posición de análisis sobre los procesos de la política pública. De otro lado, entre conversaciones, diálogos y debates como muchas personas, en especial con las personas Trans, me dan una perspectiva que escapa a las discusiones políticamente correctas que definen la vinculación laboral o contractual o los contratos por algún tipo de servicio con la Sub LGBT, en algunas personas.

Mi apuesta es porque profundicemos la democracia, porque fortalezcamos nuestra participación, porque sobrevivamos los embates del cambio de administración distrital, los cuales no prometen ser muy afines a nuestras luchas. Y eso, querido Juan, lo lograremos cuando nuestras apuestas políticas y personales trasciendan lo que estamos haciendo aquí y ahora, y logremos que, con disidencias y compromisos, nos sintamos incluidos todos y todas.

Querido Juan:

Admiro tu capacidad para asumir el reto de administrar una institución tan grande y compleja como lo es la Subdirección. El presupuesto de tres mil millones que es el más pequeño de la Secretaría de Integración Social, pero el más grande que hemos tenido en toda la historia de República en Colombia y en el ámbito distrital hasta el momento, es un reto de ejecución enorme, el cual implica decisiones complejas y que dan un reto sin precedentes igualmente.

Con ese sentido, los aportes que se hagan sobre esa ejecución son muy importantes. No es posible comprender toda la complejidad de adoptar las mejores medidas para las personas, pues nuestros mecanismos de participación política y la cultura política que hemos construido como colombianos y colombianas no son los mejores. Por ello, escuchar más y más voces, con la humildad que debe caracterizar a un funcionario público comprometido, como eres tu, es una herramienta fundamental.

Comprendo igualmente que las presiones y el estrés de ejecutar este presupuesto, dar resultados y mantener buenas relaciones con los diferentes grupos de presión que hay alrededor tuyo, deben ser exagerados. Sin embargo, el aceptar el reto de administrar y dirigir este reto traen consigo estas dificultades. Y de nuevo, mantener la serenidad, fortalecer tu equipo de trabajo, sin gritos, sin amenazas, sin salirte de tus casillas, son herramientas que te pueden ayudar a sobrevivir los retos.

Querido Juan:

Nuestro país nos ha hecho creer que los cargos públicos son útiles para ganar apoyos y respaldos. Esto es una práctica lamentable porque a veces quedamos bien con algunos pero sacrificamos procesos institucionales. Las mejores personas, quienes mejor desempeñan su trabajo, a veces no están afiliadas a una organización específica o cuentan con las referencias de activistas tradicionales. Pueden existir muchas personas interesadas, sean o no LGBTI, para desempeñar esas funciones y por eso requerimos concursos públicos, por los casi hapinero. Entiendo que se haya celebrado el primer aniversario de este, pero ignorar la historia y los aprendizajes de méritos que nos permitan exigir cuentas sobre unos términos de referencia claros y públicos.

Estas personas pueden devolverle el misticismo a los Centros de Atención Integral a la Diversidad Sexual, en especial al de Teusaquillo, para que se parezca más al de Chapinero. Entiendo que se haya celebrado el primer aniversario de este, pero ignorar la historia y los aprendizajes de los casi 7 años que estuvo en Chapinero.

Uno de esos aprendizajes, fue que tener abogados permanentes era muy importante por el tipo de solicitudes de servicio jurídico de personas LGBTI. Entiendo que por misionalidad no te corresponde asignarlos, pero el nombrado acuerdo interadministrativo con Secretaría de Gobierno urge!

El enfoque de derechos humanos que rige la política pública tiene que materializarse, y para ello debemos redoblar esfuerzos en que la lucha contra la impunidad en que se encuentran múltiples violencias cometidas por funcionarios y funcionarias públicos y públicas, así como por particulares, debe ser una prioridad.

En este sentido necesitamos pensar en acciones que tengan más impacto que las ferias locales, o eventos artísticos, que si bien son muy importantes, necesitan ser acompañados de otras acciones estratégicas de reivindicación de derechos humanos y dignificación.

Querido Juan:

Te reitero que mi interés no es criticar de manera destructiva. Mi interés es aportar de una manera crítica y reflexiva sobre la forma como se está desarrollando el actuar de la Subdirección y que mediante un diálogo abierto, sincero, transparente, podamos fortalecer tu actuar en la dirección y que nos beneficiemos todos y todas, lo cual dejo claro no es una solicitud de contrato o vinculación laboral alguna contigo o la Subdirección.

Te reitero la importancia de que te rodees de personas con un actuar técnico, ético y laboral de las más altas dignidades y que no den la impresión de estar cerca de ti para hacer política partidista o mover intereses que no son del todo transparentes o que si lo son, logran ocultarlo muy bien.

Recibe mis más sinceros saludos afectuosos y te reitero mi apertura al diálogo.

Jorge Parra Oviedo



Monday, February 17, 2014

Downloading India II: experiencias espirituales


No puedo negar que si me fui a la India buscando algunas respuestas espirituales. Creo que incluso es uno de los imanes más fuertes que tiene este país, sumado a la comida y los colores que hay en la cotidianidad.

Terminé una estancia de más de dos años en Guatemala, con todas las implicaciones que ello tuvo en mi vida personal: el cambio de trabajo, de entorno, de cultura, la comida y sobre todo lo que viví en el día a día. Un lugar especial tuvo el construir una relación de pareja con todo y perro incluido, una familia prácticamente. Pues al volver a Colombia y sentirme fuera de lugar, con el cambio abrupto de planes y esa incomodidad del alma viajera, me aventuré a la búsqueda de un refugio, el cual se concretó en irme a la India y vivir al límite el cambio de entorno.

La llegada a la India si tuvo en más de una ocasión la ofensa de los sentidos y el quiebre de mis creencias como occidental clase mediero: el ruido, el caos, la falta de normas tales como el respeto por una fila o las preguntas sobre mis creencias religiosas y mi estado civil. Es tal la avalancha de personas y de sensaciones que por momentos se siente desfallecer. Incluso se llega a odiar al país y sus personas por este maremágnum vital.

1250 millones de personas, viviendo, palpitando, corriendo, gritando, pitando sus bocinas, ofreciendo algo de comer, algo de usar… algo..!!!!

La experiencia resulta agradable los primeros días. En esos yo pensaba “La gente como se queja, no es tan terrible”. Los días van pasando y se hace verdaderamente insoportable y sólo quería salir corriendo. Sumado a todo lo que se escucha afuera, el idioma y la soledad comenzaban a hacerme escuchar por dentro….

La distancia de Colombia y de Guatemala me habían empujado a confrontarme con la distancia que había establecido conmigo mismo durante muchos años. Las noches se volvían largas, de mucha pensadera. Sumado, me puse a leer sobre otros viajes a la India y crecía mi interés por conocerlo todo!!

Estando en Jaisalmer, al Oeste del Rajhastán decidí hacer un curso de meditación: Vipassana. Se lo había escuchado mencionar a un amigo australiano varios años atrás y me animé a tomarlo en la capital mundial de la espiritualidad! Me inscribí y así emprendí el camino hacia Hoshiarpur, un pueblo en medio de la nada que no tiene mayor atractivo turístico más que los centros de meditación y este en especial.

Tras tomar el tren y desviarme de mi camino hacia Amritsar, donde se encuentra el Templo Dorado, máximo centro espritual de los SIkhs, y del cual hablaré ahora, llegué a Jhalandar y de ahí un bus hasta Hoshiarpur y ahí a meditar en silencio por 10 días, comiendo 100% vegetariano, dormir en un colchón muy delgado y cubrirme con una mantita delgada, mientras afuera hacían en promedio 10º.

Al cabo de esos diez días, en los cuales sentí que lavé las entrañas de mi subconsciente y afloraron aún más cosas de las que ya habían salido, incluyendo mis más profundas pasiones, temores y rabias,  volví a la “realidad”, al caos y locura de la India. Pero algo había cambiado…

El Vipassana se sustenta en las lecciones del Gurú Goenka y estas se enmarcan en una lectura del budismo. Comencé a explorar la comprensión de dos cosas, principalmente: el desapego y la impermanencia. El desapego no sólo hacia lo material sino hacia las ideas preconcebidas o consruidas. Y la imparmanencia de lo físico y lo mental, como todo, TODO en esta vida surge, juega en el tiempo y espacio para luego desaparecer.

Posteriormente fui a ver a los Sikhs, estos indios que usan el turbante de diferentes colores, dejan crecer su barba y tienen una ética de trabajo muy fuerte. Caminar por el Templo Dorado, escuchar la música espiritual, ver la devoción, la pureza con la que entran al Tempo, la comida gratuita que se comparte con cientos y miles de peregrinos, y meditar dentro del mismo Templo, se convirtieron para mi en un contacto con la divinidad en su máxima expresión.

De allí fui a Daramshala, la ciudad donde viven en el refugio los tibetanos tras la ocupación ilegal de los chinos en 1959. Incluso acá tiene su casa el Dalai Lama. Estando allí, con las primeras montañas de los Himalayas al fondo, empezando a llenarse de nieve, empezó mi malestar estomacal. Por esto tuve que estar quieto por 10 días allí. Esos días los aproveché para observar a los monjes tibetanos, visitar sus templos y leer sobre el Dalai Lama. En este momento entendí que mi salud, mi bienestar, también es impermanente, que la enfermedad me ayuda a entender desde otro ángulo el bienestar y la necesidad de buscar la calma y felicidad en otras cosas.

Finalmente, en este recuento, llegué a Pune, cerca de Mumbai, donde me recibió una médica que conocí en el vuelo de ida de París a Mumbai, y me ofreció su casa cuando fuera. Pues llegué dos meses después, varios kilos más delgado y sin un estómago muy saludable. Ella me cuidó y me mostró con cariño las enseñanzas de Krishna, la máxima expresión de dios para los Hare Krishna. Y allí, debido a una segunda convalecencia, estuve leyendo sobre el ISKCON, los seguidores de Krishna que promueven su conciencia a nivel mundial.

Esta experiencia me mostró un camino hacia dentro, hacia esa fuerza que reside en lo más profundo de mi ser. Me hizo entender con mucha humildad que este cuerpo, que esta manifestación en un cuerpo humano, es el resultado de un proceso largo de reencarnaciones y que debo hacer lo mejor que pueda para limpiar mi espíritu y ayudar a que la rueda siga girando. Que no puedo lastimar a los demás porque eso será lastimarme a mí mismo. Que por el contrario debo ayudar a otros para ayudarme.

¿Podía aprender esto en cualquier otro lugar del mundo, incluso en Colombia? Si, lo creo. Pero la India tiene algo alucinante: produce tanto ruido externo que hace inevitable reconocer el ruido interno. Tiene a disposición tantos lugares religiosos, mágicos, que facilitan el contacto con algo mucho más superior que la razón. Revienta lo lógico para entender lo espiritual. Muestra tantas formas de espiritualidad que convergen en un solo punto: el respeto por los demás y la comprensión de que no somos la medida de las cosas. Es decir, las cosas no existen porque las conozcamos ni son como son porque así las vemos. Enseña la humildad de entender que no nos las sabemos todas. Y sobre todo, da un alivio a toda la miseria que se vive en el mundo material para conectarnos con fuerzas más elevadas. Y eso, es de mis principales agradecimientos con ese mágico y trágico país.

Wednesday, February 5, 2014

Downloading India (I): dinero, apego e impactos

¿Y como le fue? ¿Mucha pobreza? ¿Muy terrible? ¿Es como en Slumdog Millionaire? ¿Qué fue lo que más le gustó?

Estas preguntas han sido repetitivas desde que regresé a Colombia tras casi 3 meses en la India. Ha sido muy valioso poder responder a cada una de las personas que la vida me ha puesto en el camino en estas semanas, pues charlando es que se han ido formando algunas líneas de una experiencia tan explosiva y compleja como es el llegar a este país milenario. Por eso, me he animado a escribir esta serie de entradas al blog en las que busco descargar (download) todo lo que sucedió allí.

No me gustaría hacer una mera narración turística, pues hay una diferencia que me gusta hacer: el viajero versus el turista. El último es quien viaja y se maravilla con lugares, comidas, paisajes y hace comparaciones y contrastes con su lugar de residencia y colecciona fotos y miniaturas de los destinos. El segundo, con el cual me identificó y desde el cual no subvaloro al primero, se basa en compenetrarse con el país, su cultura, abandonarse a las intempestades, penurias y alegrías, conocer personas, involucrarse en conversaciones profundas, llorar con los locales, ir a sus fiestas, leer libros o reportajes sobre el lugar.

En este sentido, quiero explicar que este viaje hacia el exterior fue un profundo viaje a mi interior. Mi perspectiva de la vida tuvo un giro, no dramático, pero si me dio más reflexiones. Un continuo que inició hace años cuando empecé a viajar y que me fue preparando progresivamente para este gran momento.

Un giro inesperado en mis planes, al salir de Guatemala y venir a Colombia, precipitó mi decisión de ir a la India. Lo había estado pensando hace muchos años pero lo postergaba por las contingencias de la vida académica y profesional. En este momento todo confluyo y me arriesgué. Obviamente con el temor de una gran aventura como esta, las incertidumbres y la inevitable soledad que habría en un sitio tan lejano y tan complejo.

Tras dos días de vuelos y escalas, llegué al caluroso Mumbai. 25 millones de personas agolpadas, viviendo o luchando por un espacio, con un aire húmedo y contaminado. Con las imágenes que dejaron Comer, Amar y Rezar (mala película, buen libro) yo esperaba un circo de mal gusto ante mis ojos, pero vi una ciudad relativamente organizada, con mucho polvo y miles de anuncios en hindi (o maratha, el idioma local) en la que me sentía insignificante.

Al llegar a la dirección del apartamento de un amigo, no encontré el lugar exacto y él no contestaba el celular. Por lo cual me resigné a pedirle al taxista que me llevara a un lugar que él conociera, aceptando igualmente mi destino de pagarle una comisión por su "amable favor". Y así llegué a un sitio medianamente aceptable, carísimo, con botones que no se conformaban con las propinas y que insistían en ayudarme. Al día siguiente, con un jet lag terrible, y las imágenes de una ciudad que ahora si se insinuaba terrible, logré contactar mi amigo y salí hacia allí. Los botones del hotel organizaron con un taxi privado que me llevara al lugar. Negociaron un precio de 500 rupias, unos 9 USD, y allí me fui. Al llegar el taxista me cobró 650 rupias, y empezó a alegar que ese era el precio... y yo, bravo...

En este primer caso, debo recordar algo. La India es un país en el que se mezclan dos factores: pobreza y turismo intensivo. De esta mezcla surgió un grupo de personas que viven de los turistas, y que en palabras de un propietario de hotel en Jaisalmer (otra ciudad) nos ven como cajeros automáticos con piernas.

Mirando hacia atrás, puedo reflexionar sobre la relación que se establece con el dinero. Nos apegamos a él, decimos que es el resultado de nuestro esfuerzo, familia, etc. Y ahora que lo veo, este es un terrible error. Esto nos condena, nos pone en inferioridad y nos tortura. Más en lugares como la India en la que se ve la supervivencia de las personas.

Con los budistas aprendí que todos los seres humanos perseguimos nuestra felicidad. Estamos tratando de alcanzar nuestros sueños, queremos aquellas cosas en las que depositamos nuestras esperanzas, cegados por velos de ignorancia que nos hacen creer que la felicidad esta en las cosas materiales. Y bueno, ahí tuve una primera Epifanía: el dinero es algo que se debe dejar ir, permitir que fluya y no lamentarse porque a veces se pierde.

Claro, esto sonará muy hippie y algunos lo tomarán como una apuesta por empezar a botar el dinero en las calles para que los demás sean felices. Y no funciona así. Es necesario entender de una manera compasiva e inteligente como se debe administrar.

Veámoslo en otros casos que me sucedieron: en Jodhpur (una ciudad del Rajhastán) me vendieron unas especies y unas chaquetas por 2 ó 3 veces su verdadero precio. Y casi que puedo decir que vi todos los signos de la estafa, desde la forma como hablaba el vendedor, el "amable" ofrecimiento de chai (té) hasta los precios ridículos. de las cosas. Con los conductores de rickshaws (moto taxis) quienes al ver piel más clara y escuchar inglés cobran 100 rupias de más y arman un grupo para burlarse del contra precio que uno hace. O un bici taxi (una especie de carroza halada por un señor, que me parece absolutamente inhumano) que me propuso un precio al comienzo y luego lo transformó mágicamente tras meterme en dos tiendas de sus amigos para que "mirara sin compromiso" (y no, no compré nada, lo juro).

En cada una de esas experiencias me puse de muy mal humor. Muy. Refunfuñé, me llené de ira, miré con odio a los indios (en especial los que "amablemente" se me acercaban a ofrecerme algo) y me detestaba a mi mismo por dejarme dar en la cabeza.

Pero ahí llegó la iluminación, la necesitada iluminación. Y empecé a darme cuenta que el odiarme no iba a servir de nada, que no todos los indios eran aprovechados y que debía dejar ir el dinero y ser mas atento a quienes querían algo más. Y diferenciar los unos de los otros.

La India tiene ese efecto, nos recuerda que los seres humanos tenemos esas múltiples facetas y que no podemos generalizar y que si la felicidad está por dentro, debemos tener la habilidad de mirar con los ojos del corazón y del cerebro (así suene muy hippie) pero sólo de esa manera no sufriremos tanto. Y si uno decide seguir el camino contrario, se hará muy rígido y se enfrenta a un mar de 1250 millones de personas que lo tumbará y revolcará, si uno se hace flexible podrá ir con las olas y la pasará más alegre.

Un aspecto adicional del apego está relacionado con las imágenes. Sean las de nosotros mismos (las que nos hacemos de nuestro físico o de nuestra forma de ser), las de los demás (sobre como son, como se comportan) y sobre la vida (como es o como debería ser). Y estas imágenes pueden volverse perjudiciales. La India revienta todo lo que uno estima normal en occidente. Las costumbres en la mesa (eruptar o dejar escapar gases cuando se termina de comer), masticar y escupir tabaco, los hombres y su rascar permanentemente las partes íntimas, la posición de inferioridad de la mujer, las intromisiones en la vida privada... todo se trastoca. Y que podemos hacer ante esto? Refunfuñar porque no son "civilizados"? Volvernos como ellos y ellas? o aceptar que es una cultura diferente y que debemos mantener la mente estable y ecuánime para apreciar las cosas? Yo terminé por escoger la última opción, entendiendo que yo no podría, ni debería, intentar cambiar una cultura tan amplia y tan compleja como esta. Lección de humildad y aceptación.

Todo esto retumba en mi cabeza, y volver a la cotidianidad me lleva al siguiente nivel: que esa teoría, aprendizajes y vivencias se conviertan en insumos para llevármela mejor conmigo mismo y con las personas a mi alrededor. Creo que el llevar una mochila pesada (como de 18 kilos) todo el tiempo, me mostró que en la vida llevamos una mochila (en la cabeza y corazón) y por ello debemos llevarla muy liviana para que no nos cueste tanto el andar. Y ese entendimiento se lo agradezco a la India.

Saturday, October 12, 2013

Primero Dios o Dios mediante: construir un otro que me eche la manita

Debo arrancar expresando mi respeto por las creencias religiosas. Defiendo el derecho humano a tener y cambiar de religión y no busco confrontarme con una tradición religiosa en particular.
Hecha la salvedad, quiero abordar una reflexión que me ha marcado como colombiano y que encontré en Guatemala también: depositar en manos de Dios (o dios, por motivos seculares) las "cosas". Por "cosas" entiendo proyectos, deudas, ideales, aspiraciones y lo que me parece más interesante: la justicia.
No creo en un ser superior, que se comporte de una manera similar a nosotros, que sea beligerante, que premie o castigue, que interceda y facilite o interceda para bloquear. Creo, eso si, en una fuerza superior a nosotros, incomprensible, inasible e innombrable. Se manifiesta en la naturaleza, en la humanidad, en la energía, fluye continuamente, crece, se transforma, recrea, nunca se agota y no podemos acercarnos a ella (o él o "eso") de una manera completa jamás porque es en esencia así: incomprensible para los humanos.
Esta forma de pensar me ha dado una sensación de tranquilidad y humildad pues me da sentido de finitud. Seré y haré lo mejor que pueda en mi círculo interno de amistades, y daré aportes en luchas más grandes relacionadas con la justicia social y la defensa de derechos humanos, pero soy tan insignificante en la historia de la vida y soy tan minúsculo ante la vastedad del universo que no debo sentir que recae sobre mí tanta responsabilidad.
Lo que encuentro peculiar, es la forma como se entiende y se usa a dios. Se le pide por la paz mundial como por ganar un partido de fútbol. Se dice que lo que sucede en la vida es decisión suya. Si algo no funciona, así lo quiso él. Si algo funciona de maravillas, también lo quería él. Y el extremo que encuentro interesante es el uso superficial que se hace: hacer un gran alarde de un éxito, generalmente material, a su generosidad para con uno. Claro, se puede reconocer que el arduo trabajo y las decisiones correctas que se toman en la tierra ayudan, pero es "papá lindo quien lo decidió así".
Ahí va la primera línea, el uso cotidiano y banal. La segunda línea se hace más compleja. Cuando he asistido a las audiencias judiciales, en especial las relacionadas con crímenes de guerra o lesa humanidad, escucho a las víctimas resignarse ante la impunidad y añorar una justicia celestial. Se quedará libre en la tierra pero allá arriba hay un dios que castigará.
¿Qué ha sucedido tan mal en la tierra como para delegar este tremendo trabajo en la justicia divina? ¿Que angustia tenemos los humanos para buscar refugio en un dios que actúa como uno de nosotros? ¿Qué relativismo puede existir en la divinidad?

El catolicismo, y sus religiones hermanas, deposita un gran valor en las ideas de trascendencia y postergación de castigos y premios. Y estas ideas se arraigan en la psique social. Y lo que me cuesta entender es esa relación de otredad: dios, o alguno de sus intermediarios, hará una voluntad que es más grande que la nuestra. El valor positivo tendría que ver con una aceptación de la contigencia, pues así no se da un papel central y protagónico al individuo sino que se aceptan las múltiples variables que entran en juego, principalmente la voluntad divina. Lo negativo tiene que ver con la resignación ante la incapacidad humana, la imposibilidad de transformar las instituciones ni refinar marcos legales, en últimas estamos así porque lo merecemos, dicen.
Ahí empieza mi preocupación. Y se agrava cuando veo que quienes más pregonan la "sagrada palabra" se muestran incapaces de vivir de acuerdo a esas enseñanzas. Ven mas fácil pregonar que practicar. Allí radica la disputa. La democracia, la razón, la filosofía buscan coherencia y lo imponen en un plano material, vital, práctico, realista. Los diálogos resultan posibles pero difíciles de alcanzar, pues son lenguajes incapaces de hacerse entender.

Para no perder el tono hippie, creo radicalmente que un corazón/mente bonita o pura si se quiere llamar, sólo es capaz de expresar amor y serenidad. Eso se debería entender de un racionalista o espiritualista. Y se deben encontrar en una plataforma que permita transformar el aquí y ahora las situaciones, no postergar ni descargar en dios ese trabajo.

Claro, un aspecto esencial en esta discusión es la persecución contra personas con orientación sexual e identidad de género no normativas por parte de los religiosos o sus seguidores/as. ¿Qué valores se promueven? ¿Qué justificación tienen estas cruzadas? ¿Que forma de hablar en nombre de dios se tiene?

Aún siento que el respeto por las creencias de cada persona o grupo, pero hay una riña que se debe zanjar desde quienes se paran en la política, democracia, razón y aquellos en la fé y tradiciones. ¿Cómo lograr ese dialogo? Bueno, se debe tener un espacio que promueva la paz sobre los ataques personales y que cierre la brecha histórica de las discriminaciones. Y esa será la gran apuesta de los próximos años en países como los nuestros. Claro está, se debe despojar el debate entre fé y política de otros intereses, pero esa es otra discusión. Yo por mi lado seguiré dialogando pacíficamente, formando un carácter más comprensivo de los otros, para podérmela llevar mejor.

Monday, September 23, 2013

La inaceptabilidad de la violencia: poco chile en mi panito para disfrutarlo mejor

Uno de los debates que marcan el estudio de la ciencia política, y otras disciplinas en el campo de las ciencias sociales, es sobre el origen o causas de la violencia. ¿Por qué somos violentos los seres humanos? ¿?por qué hay sociedades más violentas que otras? Y una vez se aventuran hipótesis explicativas sobre el fenómeno se procede a exigir propuestas para intervenir y erradicar este problema (pues es indefendible que sea una virtud ser violento, a menos que se hayan visto demasiadas películas de Hollywood desde pequeño y se quiera ser "superhéroe" -razón por la que no defiendo esa clase de películas por cierto).

Cuando crecemos en sociedades de Latinoamérica, tendemos a creer que es un sino ineluctable el ser violentos. Lo vemos en toda hora, en todo lugar. Desde la violencia con que se "educa" a los hijos e hijas, esperando que un par de palmadas, juetazos o chancletazos les hagan mejores personas, hasta los asaltos a mano armada o con trajes italianos y corbatas francesas en los bancos y altas instancias del gobierno o la banca. Es una única respuesta, un medio infalible (creemos a veces) para resolver los problemas.

Guatemala y Colombia comparten un pasado violento (para Colombia es un presente de hecho) en el que se han vivido cruentos conflictos armados que desangraron y desangran nuestros pueblos. Claro, así es argumentable para algunos que la violencia tienes fines legítimos: salvar al país de una amenaza comunista, proteger los intereses de la nación, hacer patria, evitar que los sucios lleguen a gobernar. Los Estados hacen así una apología a la violencia, sea por acción o por omisión.

Pero, ¿por qué no todo guatemalteco/a o colombiano/a no es violento por naturaleza? Yo apuesto por una hipótesis, recubierta de mucha confianza en la raza humana, de que no es un comportamiento natural y que los seres humanos somos en gran medida amor.

"Ya volvió Jorge con sus cosas hippies" estarán diciendo algunos. Ese pensamiento instintivo ya me daría que pensar. Porque calificar, o mejor descalificar una creencia de este tipo por ser "hippie" es una expresión de los duros que nos hemos convertido y en lo escépticos que nos hemos tornado en relación a las vías pacíficas. Yo creo, firmemente, que nunca, ojo NUNCA es aceptable la violencia. Porque Gandhi lo decía mejor que yo: "Todo lo que se consigue con violencia tiene que ser mantenido con violencia". Y los ciclos que se abren cuando respondemos violencia con violencia jamás se cierran.

En la dimensión interpersonal o familiar resulta relativamente sencillo de llevar a cabo. Mirar através del corazón, con un amor profundo hacia el otro ser humano como un hermano, sea de sangre o sea como miembro de nuestra colectividad. Esto debe llevar inevitablemente a que seamos incapaces de lastimarle. Subámolo de nivel: empresarios/as y políticos/as. Si ellos y ellas fueran capaces de ver a sus empleados, competidores, personas que viven en comunidades como sus hermanos y hermanas sería imposible que se decidieran por explotarlos laboral o económicamente.

Esto remite a otro concepto básico: el amor es el pegamento del universo. Es la fuerza que mantiene las cosas, moléculas, átomos y a las personas unidas. Por ello, la violencia es amor pero en un sentido inverso. Sería necesario responderle al/a violento/a con amor, mostrarle su error, re-encausar su odio al cauce natural del amor. Ver nuevamente con ojos de fraternidad y no como amenaza.

¿Suena difícil? No debería. Pero luchamos contra las creencias profundamente enraizadas por esta cultura que enaltece la violencia y la convierte en valor. Pero basta con que hagamos dos cosas: queramos profundamente a una persona y queramos progresivamente a toda la humanidad. Volvamos a tener confianza en que las cosas pueden ser mejor, olvidemos que unos/as cuantos/as aún están en un estado violento, aceptemos que estamos compartiendo esta vida, este planeta por un tiempo y que debemos procurarnos el mejor viaje posible. La segunda cosa es observar a los perros, con su alegría perpetua, con sus temores, con su capacidad de amar incondicionalmente y de privilegiar el amor sobre otras emociones.

Estos días en Colombia me han hecho reafirmar estas creencias. Es un país que requiere de movimientos sutiles, casi imperceptibles, que nos ayuden a creer en un mejor futuro. Esto tendrá que ser una conversión interpersonal pero también un proyecto basado en el disfrute pleno de los derechos humanos para todos y cada uno de los que tuvimos el sino de nacer y crecer en esta tierra y de todos aquellos hermanos y hermanas que la han adoptado como su tierra. No sólo de creencias bonitas se vive sino que se requiere de la política, una política de la amistad, que nos haga volver a creer como nación.

El próximo paso: pensar, conectar el corazón, sentir, dejarse llevar, dar un abrazo espontáneo y sincero, querer que las cosas cambien, sonreir, saludar amablemente, compartir. Al igual que una medicina, al principio dará algo de dolor y molestia pero progresivamente irá haciendo sentir mejor, mucho mejor. ¿Se animan?

Tuesday, September 17, 2013

Amor, humanidad y acción: entre la música, el arte y la política

Call me Kuchu, un documental sobre activistas LGBTI en Uganda, en el proceso de trámite de un proyecto de Ley que endurecía las penas por las prácticas homosexuales en el país, me hizo atar varias cosas. Quizás sea un asunto de poner en línea los ataques contra los defensores de derechos humanos en cualquier parte del mundo. Simultáneamente, en Colombia, se conmemora el aniversario del cruel asesinato de un profesor en una Universidad pública del caribe. Posteriormente, recuerdo los asesinatos de líderes campesinos en Guatemala. Finalmente, pienso en las miradas y en las palabras que he recibido personalmente cuando discuto sobre estos temas, llegando incluso al "pero como se ha vuelto de guerrillero usté".

Reflexionar sobre la humanidad ha sido una tarea de siglos, que ha convocado a filósofos, sociólogos, politólogos, todos tratando de explicar-se y explicar-nos, porque somos lo que somos, porque hacemos lo que hacemos. Y bueno, me tocó el turno de dar un aporte sobre que vínculos establecemos y qué nos motiva para actuar cómo lo hacemos.

En un taller en Guatemala, con activistas LGBTI, reflexionábamos colectivamente sobre la familia puede ser un espacio o un actor que promueve la discriminación y la violencia cuando uno de sus miembros sale del clóset (se reconoce públicamente como LGBTI). Algunos de los miembros contaban sus historias entre lágrimas, con dolor comentaban lo que habían tenido que vivir y como han preferido cerrar ese capítulo de sus vidas y seguir adelante. Otros hablaban con odio y promovían la idea de que se debía hacer algo urgente y contundente, rayando incluso en la violencia. Yo, en ese momento concluí con algo que pienso seriamente: nadie actúa con odio, menos hacia alguien querido, y por ello debemos entender porqué hace lo que hace y mirarlo a través de los ojos del amor (o del corazón). Claro, al excepción serían las personas con una patología sociopática que son otro asunto.

Creo eso, que todas las personas actuamos guiadas por la noción de que estamos en lo cierto, que la forma como vemos la vida es la única y que queremos lo mejor para todos lo que están cerca de nosotros. Claro, definimos esa noción con base a la experiencia, los valores, los ideales, y sobre todo por la política. Apostamos por una imposición de nuestro estilo de vida a los demás y queremos que encajen y así prevenir sufrimientos. En ese sentido, los ataques contra los defensores de derechos humanos se explican por el desajuste que implican para un modelo de explotación, de organización social, de vida.

El amor, según lo entiendo últimamente, es un vínculo que establecemos todos los seres humanos. Es la forma como creamos redes y en la que procuramos que todos vivamos mejor. Pero, es compatible con esas otras prácticas? Puede un asesino basarse en el amor cuando acaba con la vida de un/a defensor/a? Yo sospecho, que dejando las explicaciones económicas (me pagaron y me tocó hacerlo) hay un componente grueso de justificaciones morales en sus acciones, creen que hacen lo justo.

La música, el arte en general, nos muestran con crudeza nuestra naturaleza, pero siempre se enfocan en activar pulsiones vitales más fuertes que las de muerte. Nos hacen vibrar de una manera distinta. Y hablo del arte como expresión no como acaparación y exhibición en vitrinas o muros. Por ello es importante oir música, bailar, ir al cine, pasear por museos. Además que debe añadírsele un componente importante, el amor. Un amor que sea comprensivo, que hable de cómo podemos vivir todos juntos, caber en una sociedad, convivir juntos. Esta postura riñe, evidentemente, con la religión, con el orgullo, con el capitalismo.

Si sometemos nuestras acciones a un test de: fraternidad (veo al otro/a como un/a hermano/a), universalidad (lo que yo propongo debería ser algo aplicable a toda persona en todo lugar), humildad (sé que intento hacer lo mejor pero reconozco que puedo fallar), reciprocidad (esto q hago me gustaría que me lo hicieran), replicabilidad (quiero que otros lo hagan), crecimiento (esto ayuda a que yo crezca como persona, que el otro crezca y que ambos crezcamos) y sostenibilidad (si lo sigo, seguimos haciendo, crearemos mejores condiciones de vida). De otro lado, si sabemos en el fondo de nuestro corazón que alimentamos la energía universal, que nos satisface y que nos deja dormir con tranquilidad, concluiremos con son buenas acciones.

Desde una perspectiva interpersonal, internacional o intercultural, la clave está en escuchar. No sólo oir, sino escuchar.

Claro, con esta forma de ver la vida, abrir un periódico, ver Call me Kuchu, ver noticieros, hablar con otros activistas de derechos humanos, termina por deprimir un poco. El mundo pareciera estar en un curso inevitable de luchas contra la vida y el amor mismo. Pero al mismo tiempo tiene destellos de vida, respeto, amor, por doquier. A mi siempre me enternece hasta la médula ver que otras personas tengan gestos humanos: desde ceder una silla a una persona de edad avanzada, una madre que da a luz, un joven que le celebra el cumpleaños a una habitante de calle, alguien que da su vida por una causa o por otra persona.

La vida no se puede definir en blancos y negros, como tampoco en bueno o malo, pero si vibra con pulsiones que nos permiten avanzar, todos al tiempo, hacia una coexistencia menos violenta. Darle la oportunidad al amor, a la vida, a la energía, al arte, a la música, es la única política posible. Todas las demás son desvaríos que debemos combatir, siempre mirando con ojos de amor: aquel que agrede, que lastima, que mata, es un ser humano y por ello debemos tenderle la mano una y otra vez hasta que entienda que actúa mal. No podemos ser violentos, pues disolvemos la línea entre ellos/as y nosotros/as.

Suena hippie, idealista, algunos/as dirán rídiculo, pero es mi voto de esperanza en que a pesar de tanta podredumbre, aún brota la vida en múltiples fisuras. Y prefiero seguirlo creyendo y luchando por ello, para no morir de tristeza.