Saturday, October 12, 2013

Primero Dios o Dios mediante: construir un otro que me eche la manita

Debo arrancar expresando mi respeto por las creencias religiosas. Defiendo el derecho humano a tener y cambiar de religión y no busco confrontarme con una tradición religiosa en particular.
Hecha la salvedad, quiero abordar una reflexión que me ha marcado como colombiano y que encontré en Guatemala también: depositar en manos de Dios (o dios, por motivos seculares) las "cosas". Por "cosas" entiendo proyectos, deudas, ideales, aspiraciones y lo que me parece más interesante: la justicia.
No creo en un ser superior, que se comporte de una manera similar a nosotros, que sea beligerante, que premie o castigue, que interceda y facilite o interceda para bloquear. Creo, eso si, en una fuerza superior a nosotros, incomprensible, inasible e innombrable. Se manifiesta en la naturaleza, en la humanidad, en la energía, fluye continuamente, crece, se transforma, recrea, nunca se agota y no podemos acercarnos a ella (o él o "eso") de una manera completa jamás porque es en esencia así: incomprensible para los humanos.
Esta forma de pensar me ha dado una sensación de tranquilidad y humildad pues me da sentido de finitud. Seré y haré lo mejor que pueda en mi círculo interno de amistades, y daré aportes en luchas más grandes relacionadas con la justicia social y la defensa de derechos humanos, pero soy tan insignificante en la historia de la vida y soy tan minúsculo ante la vastedad del universo que no debo sentir que recae sobre mí tanta responsabilidad.
Lo que encuentro peculiar, es la forma como se entiende y se usa a dios. Se le pide por la paz mundial como por ganar un partido de fútbol. Se dice que lo que sucede en la vida es decisión suya. Si algo no funciona, así lo quiso él. Si algo funciona de maravillas, también lo quería él. Y el extremo que encuentro interesante es el uso superficial que se hace: hacer un gran alarde de un éxito, generalmente material, a su generosidad para con uno. Claro, se puede reconocer que el arduo trabajo y las decisiones correctas que se toman en la tierra ayudan, pero es "papá lindo quien lo decidió así".
Ahí va la primera línea, el uso cotidiano y banal. La segunda línea se hace más compleja. Cuando he asistido a las audiencias judiciales, en especial las relacionadas con crímenes de guerra o lesa humanidad, escucho a las víctimas resignarse ante la impunidad y añorar una justicia celestial. Se quedará libre en la tierra pero allá arriba hay un dios que castigará.
¿Qué ha sucedido tan mal en la tierra como para delegar este tremendo trabajo en la justicia divina? ¿Que angustia tenemos los humanos para buscar refugio en un dios que actúa como uno de nosotros? ¿Qué relativismo puede existir en la divinidad?

El catolicismo, y sus religiones hermanas, deposita un gran valor en las ideas de trascendencia y postergación de castigos y premios. Y estas ideas se arraigan en la psique social. Y lo que me cuesta entender es esa relación de otredad: dios, o alguno de sus intermediarios, hará una voluntad que es más grande que la nuestra. El valor positivo tendría que ver con una aceptación de la contigencia, pues así no se da un papel central y protagónico al individuo sino que se aceptan las múltiples variables que entran en juego, principalmente la voluntad divina. Lo negativo tiene que ver con la resignación ante la incapacidad humana, la imposibilidad de transformar las instituciones ni refinar marcos legales, en últimas estamos así porque lo merecemos, dicen.
Ahí empieza mi preocupación. Y se agrava cuando veo que quienes más pregonan la "sagrada palabra" se muestran incapaces de vivir de acuerdo a esas enseñanzas. Ven mas fácil pregonar que practicar. Allí radica la disputa. La democracia, la razón, la filosofía buscan coherencia y lo imponen en un plano material, vital, práctico, realista. Los diálogos resultan posibles pero difíciles de alcanzar, pues son lenguajes incapaces de hacerse entender.

Para no perder el tono hippie, creo radicalmente que un corazón/mente bonita o pura si se quiere llamar, sólo es capaz de expresar amor y serenidad. Eso se debería entender de un racionalista o espiritualista. Y se deben encontrar en una plataforma que permita transformar el aquí y ahora las situaciones, no postergar ni descargar en dios ese trabajo.

Claro, un aspecto esencial en esta discusión es la persecución contra personas con orientación sexual e identidad de género no normativas por parte de los religiosos o sus seguidores/as. ¿Qué valores se promueven? ¿Qué justificación tienen estas cruzadas? ¿Que forma de hablar en nombre de dios se tiene?

Aún siento que el respeto por las creencias de cada persona o grupo, pero hay una riña que se debe zanjar desde quienes se paran en la política, democracia, razón y aquellos en la fé y tradiciones. ¿Cómo lograr ese dialogo? Bueno, se debe tener un espacio que promueva la paz sobre los ataques personales y que cierre la brecha histórica de las discriminaciones. Y esa será la gran apuesta de los próximos años en países como los nuestros. Claro está, se debe despojar el debate entre fé y política de otros intereses, pero esa es otra discusión. Yo por mi lado seguiré dialogando pacíficamente, formando un carácter más comprensivo de los otros, para podérmela llevar mejor.

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